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4 de marzo de 2013

En el asiento trasero

Como casi todos los sábados últimamente, ayer también salí a tomar algo a los bares del centro. No suelo quedarme hasta muy tarde y muy pocas veces he ligado: soy gay, pero los amigos con los que salgo de fiesta no lo son, nunca vamos a locales de ambiente y en mi ciudad el resto de locales son, casi por definición, para personas heterosexuales.

Esta vez decidimos ir a un local que nos habían recomendado, estaba a apenas un par de calles de los pubs que visitábamos normalmente, así que dimos una oportunidad a este nuevo lugar. Nos gustó: buena música, con bastante gente, pero sin llegar a ser agobiante y nos quedamos allí. Me fijé en un chico moreno y delgado y me pareció que él me miró en un par de ocasiones, pero no me interesé por él, seguramente no fuese gay y no quería quedar en ridículo.

Unos minutos más tarde, cuando uno de mis amigos había ligado con una chica y habían decidido apartarse de nosotros, alguien me tocó la espalda y me preguntó si quería una copa. Me sorprendí al oír una voz masculina y me giré. Para mi asombro, era el chico de antes, a tan corta distancia que comencé a ponerme nervioso. Acepté su invitación y me acerqué con el a la barra, cuando nos sirvieron la bebida nos apartamos un poco, a un rincón algo más oscuro. Comenzamos a hablar de cosas sin sentido hasta que se lanzó sobre mí y me besó. Aprovechó mi sorpresa para agarrarme de la cintura y acercarme más a él. La sutil oscuridad de aquel rincón que nos hacía casi invisibles para el resto del local y la entrecortada respiración de ambos entre cada beso me estaba excitando cada vez más. 
 - Vamos a mi casa -me susurró al oído.
Dudé por un segundo si debía, no suelo ser hacer estas cosas, pero no pude negarme a ello. Acepté, avisé con un gesto a mis amigos y me fui con el chico a su coche.

25 de febrero de 2013

Entre las rocas

Era verano y, mi novio y yo habíamos decidido ir una semana a la costa. Por la noche nos escapamos del hotel y nos fuimos a una pequeña playa de aguas cristalinas que se encontraba cerca de allí: apenas tuvimos que caminar unos minutos. Nos tumbamos en la arena. Pasó su mano por mi nuca, se acercó y me besó.
Mientras nos besábamos deslicé mi mano por su costado hasta llegar a su cadera. Metí la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y coloqué mi rodilla sobre la suya.

Con las otras dos manos entrelazadas, besándonos en la oscuridad de la noche, no podíamos parar. La pasión comenzó a crecer y comencé a desabrocharle la camisa con las dos manos. Se incorporó para poder quitarse por completo la camisa y se colocó medio tumbado sobre mi. Me encantaba aquella posición. Siguió besándome mientras yo acariciaba su espalda. Mis manos bajaban, lentamente, hasta llegar al borde de su pantalón. Entonces me incorporé y él me quitó la camiseta mientras sus ojos se clavaban en mí.Se levantó, me dio la mano y tiró de mi. Corrimos hacia una zona más apartada, donde unas rocas algo entradas en el agua nos garantizaban más intimidad. Nos descalzamos y dejamos nuestras pertenencias en la arena. Nos metimos en el agua, que permanecía caliente. Tras las rocas comenzamos a besarnos. Él rodeaba mi nuca con una mano y la otra en mi espalda, me hacía sentir protegido. Las mías le agarraban de la cadera. Las leves olas golpeaban nuestras piernas y mojaban los pantalones de ambos, que comenzaban a estorbar.

Bajé mis manos y le desabroché el pantalón. Pude notar que estaba enormemente excitado. Deslicé ligeramente sus pantalones hacia abajo, que cayeron sobre el agua.

3 de enero de 2013

Sexo lésbico en los probadores

Hace unos meses me reencontré con una compañera de la universidad en un centro comercial de mi ciudad. Nos saludamos y decidimos tomar algo juntas. Ambas aceptamos, aunque le pedí que pasásemos antes por una tienda de ropa que había en esa misma planta, ya que necesitaba un vestido para una fiesta a la que tenía que asistir en unos días.

Entramos en la tienda de ropa y miramos unos vestidos. Al final, decidí probarme dos y el que mejor me quedase, me lo compraba. Fuimos a los probadores y me esperó tras la cortina. Tras unos minutos, le dije que entrase para abrocharme uno de los vestidos. Pasó, me abrochó el vestido con delicadeza y me miré al espejo. El roce de sus dedos me produjo un suave cosquilleo. Mientras me giraba delante del espejo, para ver cómo me quedaba el vestido, ella me detuvo y me besó. Ella siempre me había gustado y no sabía que fuese lesbiana... Aquel beso me excitó demasiado. Ella colocó sus manos en mi espalda sin dejar de besarme y lentamente me desabrochó el vestido. Deslizó sus manos por mis brazos, sin dejar de besarme en ningún momento, para quitarme la parte superior del vestido. Cuando lo hizo, separó sus labios de los míos y mirándome a los ojos comenzó a acariciarme los pechos con una mano. Pasó la otra por mi cintura y me arrimó a ella. Siguió besándome. Pasé mis manos por su cadera y las puse en su espalda. Lentamente fui bajando las manos hasta posarlas sobre sus nalgas. Ella soltó mi cadera y comenzó a acariciarme los pechos a la vez. Dejó de besarme, se separó ligeramente de mí y comenzó a lamer mis pezones.

2 de enero de 2013

Tentáculos... ¿Por qué?

Seguramente alguien más que yo (por que no puedo ser la única) se ha preguntado por qué hay tentáculos en el hentai... ¿Por qué tentáculos y no falos gigantes? ¿o superconsoladores? Así que me he puesto a investigar. Y he descubierto que la respuesta es sencilla: censura.

Si bien en Japón la zoofilia está permitida (cosa que ya de por sí es curiosa), la censura japonesa no ve con buenos ojos que aparezcan estas relaciones en los dibujos animados. Por tanto, los personajes femeninos sólo pueden ser profanados por seres humanos y seres no-animales, así que los japoneses tenían que crear un "algo" que les permitiese que sus personajes fueran brutalmente asaltados (la temática de las relaciones "no muy consentidas" es algo muy común en los vídeos hentai)... ¡Un monstruo tentacular! Efectivamente, al tratarse de un animal ficticio que nunca tiene cuerpo o cabeza (en los vídeos sólo se ven los tentáculos), no se considera zoofilia, así que a los ojos de la censura japonesa, está permitido.
Katsushika Hokusai, 1820. Sueño de la esposa del pescador.
Y ahora es cuando respondo al tema que venía a tratar concretamente: Tentáculos... ¿Por qué? Los tentáculos son flexibles (esta característica permite agarrar un pezón, introducirse por cualquier lado, etc.), pueden ser de cualquier largo y ancho, pueden ser un número indefinido de tentáculos, pueden tener "características" especiales (ventosas, estrías, pinchos...), tienen cierta forma fálica, etc. Esto convierte automáticamente al tentáculo en el mejor de todos los monstruos posibles para las películas hentai.

En resumen, si lo que la censura japonesa era evitar aberraciones, les salió un poco el tiro por la culata. Ahora bien ¿habría hentai tentacular si no fuese por la censura? Seguramente sí, ya que los tentáculos en cuanto a "erotismo" existen, por lo menos, desde 1820: Katsushika Hokusai pintó el cuadro que he puesto arriba, titulado "Sueño de la esposa del pescador" por aquel entonces. La censura lo único que consiguió es que se rescatasen "fantasías" antiguas y se brutalizasen.

Fuentes | Zoofilia, Hentai @ Wikipedia | Tentacle Rape

1 de enero de 2013

El día de Año Nuevo

Me llamo Susana, tengo 23 años y, hace un año, fui violada. Suena duro, para mí también lo fue... pero sólo al principio. Después de celebrar el Año Nuevo en un local de mi barrio, regresaba a casa andando, a eso de las cinco de la mañana. Podía haber cogido el autobús, ya que vivía algo lejos, pero perdí uno y recordé que tardaban mucho en llegar... Así que no me compensaba.

Recorría esas calles a diario para ir de mi casa al trabajo y viceversa, las conocía de memoria. así que no tenía ningún miedo. Mientras andaba, pensaba en la fiesta... Había dado mi teléfono a un hombre joven que había conocido allí y habíamos tonteado un poco... De repente, oí unos pasos que se acercaban a mí corriendo. Antes de que me quisiera dar cuenta, alguien me agarró de la cintura y el pecho.

- Hola, guapa... -oí a un hombre en mi espalda- ¿De dónde vienes?
- Suélteme -repliqué-.
- ¿Tan rápido? -el hombre rió- No.

Quitó una mano de mi cintura y sacó una navaja de su bolsillo y la puso en mi cuello. "¿Entiendes de qué va ésto, verdad?" me susurró al oído. Noté su húmeda voz y con su mano comenzó a acariciarme la cara.